taotrooper: It's a polar bear dancing the hula; your argument is invalid (Default)
Kiri ☂ ([personal profile] taotrooper) wrote2009-06-30 01:18 am

[HMC] Caldo de pollo para el alma del mago

Fandom: Howl's Moving Castle (novela)
Pareja: Howl/Sophie
Tema: #4 - Medicina
Canon: post-HMC



Sophie subía por la escalera un par de minutos después del décimo tercer estornudo, y su consecuente retumbar en las paredes del castillo, cargando con sumo cuidado una bandeja. Por suerte la puerta de la habitación estaba abierta de par en par y no hubo necesidad de hacer extraños malabares. Ella miró con repugnancia los pañuelitos de papel usados que invadían la superficie del viejo cubrecamas.

-¿Y bien? -dijo al que ocupaba la cama. Su cara estaba tapada por las sábanas y colchas, excepto por un par de ojos verdes ligeramente enrojecidos y unos mechones rubios despeinados.

-Ay, Sophie -respondió con voz ronca-, qué amable eres en venirme a ver en mi aciago lecho de muerte.

-Sí, finge inocencia después de los terremotos en pequeña escala. Siempre montas el mismo numerito cuando te resfrías, Howl. Siéntate y toma esto, a ver si molestas menos así.

El hombre se incorporó, y un par de pañuelos cayeron al piso. Sophie se mordió los labios, y le puso la bandeja en el regazo mientras él tosía.

-Resulta bastante irónico recibir tales palabras de un huracán con nariz y piernas, querida. Y a todo esto, ¿qué demonios es este brebaje que quieres que me trague? Te pedí un sandwich de jamón y tocino con un vaso de vino blanco, y unas pastillas Advil.

-Y te los daré en el almuerzo. Ahora se supone que te estabas muriendo, aunque más bien te morías de ganas de fastidiarnos a mí, a Calcifer y a Michael.

-Me niego a ser el único miserable. Eres la que debería comprenderlo mejor, con todo eso de "y en la salud y en la enfermedad" que vino con el trato. Y pregunto otra vez, ¿qué carajo es esto?

-Es caldo de pollo.

-Caldo de pollo -repitió Howl con desconfianza.

-¿No hacen este tipo de sopa en Gales? -Sophie pasó de molesta a preocupada.

-Oh, por supuesto. Y también se usa mucho para torturar de hambre a los enfermos, junto con la gelatina. ¿Pero de verdad esto es caldo de pollo?

-¡Claro que es! Yo misma compré el pollo y las especias en el mercado. ¿Qué esperas que fuera?

-Considerando que tú lo cocinaste, cualquier cosa. Me preocupa que le hayas echado algo venenoso, o que me dé diarrea, o que por arte de magia se haya convertido en tinta de pulpo o lo que sea.

-¡Por amor de Dios, Howl! La de veces que le di caldo a Lettie y Martha cuando se enfermaban, y nunca les pasó nada.

Howl suspiró y se sonó la nariz.

-Bueno, me arriesgaré. Si me pasa algo, dile al rey que Suliman hará mis deberes. Y le dejo mis ropas y libros de magia a Michael, y mis revistas de rugby al viejo Calcifer para que se las coma -tosió de nuevo-. A ti te dejo mis pócimas con la esperanza de que te exploten encima cuando les sacudas el polvo.

-Se te está enfriando.

Howl tomó la cuchara y la llenó lentamente. Olfateó el contenido, y sorbió con cautela como quien bebe nitroglicerina. Abrió mucho los ojos, y miró el plato desconcertado.

-Sabe a caldo de pollo -declaró.

-¡No me digas!

Con mayor confianza, Howl se terminó su plato, con Sophie sentada encima de la cama y recogiendo los pañuelos mientras tanto. Él parecía más animado que antes.

-Bueno, parece que sobreviví.

-¿Y te sientes mejor ahora?

-Ahora que lo dices, no he moqueado desde hace un buen rato, y no he tosi... Sophie.

-¿Mm?

-Sí que le echaste algo. ¡Le echaste algo a la sopa, mujer demente!

-Un poco de azafrán, sí.

Howl explotó.

-¡Sabes perfectamente a lo que me refiero! ¡¿Crees que no me daría cuenta de la magia?! Es... Un momento. ¡Ni siquiera entiendo cómo fuiste capaz de tener éxito! ¿Qué demonios hiciste? ¡No existe cura para el resfriado!

Sophie palideció, pero luego le devolvió la mirada fría.

-Para que lo sepas, simplemente le comenté al caldo cuando se hacía que tenía muy buen color, y que estaría muy bien si fuese capaz de hacer sentir a la gente tan bien como sin estuviesen sanos. No le dije nada de curarte. Quería, bueno, ver si funcionaba un poquito. Calcifer se rió de mí.

-Ah. Ya todo tiene sentido.

-¡Pero funcionó! ¡Te sientes mejor! Tú mismo eres el que dice que si se tienen poderes hay que usarlos, así que no entiendo cuál es el problema.

Howl rehuyó su mirada.

-Es que si no me siento mal, no puedo quedarme en cama. Y tendré que trabajar en esos condenados hechizos que me encargaron...

Claro, pensó Sophie. Le eché a perder la excusa para escabullirse de nuevo. Qué cojones tenía a veces.

-¿Aunque sabes qué? -añadió Howl, con una sonrisa pícara-. Deberías de vender esta sopa. Hace más efecto que cualquier poción y hierba, y es más veloz que cualquier droga de mi mundo. La demanda sería tremenda.

-Sería más aburrido que tejer sombreros, pero lo pensaré.

Ella tomó la bandeja, no sin antes besar la sien de Howl. Sintió algo de sudor en los labios. Cuando llegaba al pasillo, Howl la llamó en seco. Ella no volteó a mirarle la cara.

-Oye, Sophie. Mi madre trabajaba y siempre estaba afuera. Y Megan, ya la conoces, nunca se preocupaba si me enfermaba y me recriminaba porque casi siempre era mi culpa. Que si jugando afuera mientras llovía, que si bañándome en el río, que si poniéndome camisetas sin mangas en la estación equivocada, que si haciendo la corte a la vecina de madrugada llevando una chaqueta muy fina...

-Entonces sí era culpa tuya.

-Qué más da. Ella jamás me pasaba las medicinas que tomar ni me llevaba la comida en bandeja ni me regalaba algo que leer. Siempre le dio vergüenza que yo fuese su hermano, y quería que asumiera responsabilidad incluso con las gripes. Tus hermanas tuvieron suerte, con todo y lo pelmazo que eres. Era tan raro que me atiendan y me mimen... Es por eso que me gusta Ingary, porque en Gales nunca fue así. Mi maestra me mimaba, mi discípulo me atiende, mi esposa me cocina caldos de propiedades dudosas. Muchas gracias, Sophie. Me gustó, está rico.

Y así es Howl, soltándote verdades inesperadas y palabras dulces cuando no te las esperas. Sophie no pudo evitar sonreír, recordando una vez más cómo fue que se enamoró de aquel hombre por pequeños y raros detalles como ése. Y también sintió lástima por él y su horrible situación con su hermana mayor.

-No es nada.

-¿A que no vale la pena y es más divertido enfermarse así? -soltó él con imprudencia.

Y la lástima se esfumó enseguida. Sophie se dio la vuelta para que él viera su ceño fruncido y sus labios apretados antes de dejarlo solo en su asco de cama. ¡Claro que era divertido, pero para él solamente! Es verdad que así cualquiera se enferma.

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